viernes, 11 de octubre de 2013

No me ayudes compita



Las Organizaciones de la Sociedad Civil (ONGs) quieren tu dinero. Eso debe quedarle muy claro a todos.

Del mexicano, siempre se ha dicho que es solidario (hasta hay una rolita con Mijares y Lucía Méndez). Si bien el apoyo que se ha juntado para apoyar a los afectados por las últimas tormentas/ciclones/huracanes/tifones/tormentas ciclónicas/baguios es el ejemplo más reciente al que me puedo referir, se podría elaborar una lista del apoyo que ha brindado el mexicano no sólo a sus compatriotas, sino a cualquier persona que ha caído en desgracia. Apoyar a los afectados por Katrina, juntar toneladas de ayuda para los afectados por un terremoto en Haití, o dar asilo a los españoles que huían de la guerra civil, son ejemplos que ilustran la actitud del mexicano ante la desgracia (desgracias que dicho sea de paso, se experimentan con cotidianeidad en nuestro país).

 

Nuestra sociedad puede ser descrita como cálida, acogedora, hermanada, y apapachadora. Dicho de otra forma, es una política de “mi casa es su casa” que describe a la perfección cómo es que los mexicanos, con tal de ayudar, nos quitamos la papa de la boca para dársela a quien la necesite. Tomando en cuenta lo anterior, deberíamos tener una cultura de contribución social a las ONGs por los cielos, que parece-ser-no-existe...

En las calles de México, vemos a personas con discapacidad pidiendo limosna en el metro, niños con globos gigantes en sus pantalones haciendo malabares en los semáforos, o ancianos durmiendo en las bancas de los parques. La verdad es que es una imagen muy, muy pinche que a cualquiera le da en la madre. Ningún ser humano debe de vivir en esas condiciones. ¿Qué hacemos? Les damos una moneda que les comprará un taco, les regalamos una manta que los cubrirá por la noche, o les llevamos un regalo para navidad. Con lo anterior, cubrimos nuestra cuota semanal de buenas acciones, y continuamos por la vida pensando que hemos ayudado a una persona y hemos hecho de este mundo, un lugar mejor. Lo malo es que con nuestras acciones, le estamos arruinando el trabajo a alguien más.
Para aterrizar mi punto, les pondré un ejemplo: imagínense al profesionista, que junto a un equipo de pedagogos, psicólogos, trabajadores sociales, y educadores entre otros, arma talleres para trabajar con los niños viviendo en la calle y motivarlos a que dejen este modo de vida. Pasan meses revisando bibliografía, consultando metodologías, y probando diferentes modos de abordaje terapéutico con los chicos, para evidenciarles lo difícil que es vivir en la calle y lograr que la abandonen. Después de toda su planeación, llegan con los chicos para trabajar lo duro que es vivir en la calle, sólo para toparse que el muchacho llegó con el estómago lleno por la torta que le compró alguien, cubierto con el suéter que le regalaron en un crucero, y con dinero en la bolsa que juntó en una esquina. Todo el trabajo, y toda la planeación realizada por el equipo se va por la borda en un santiamén, y el chico sigue perpetuando su modus vivendi “porque se le hace fácil”.

Pero entonces ¿Está mal ayudar? ¡NO!, el detalle es cómo se hace, y con quién se hace. Sé que es duro ver la pobreza y la necesidad que hay en nuestro país, y de pronto es difícil evitar la tentación de dar $10 a alguien que está pidiendo limosna, pero hay una mejor manera de invertir esos $10. Numeriemos:
Cada semana, vemos a un viejito pidiendo dinero en la calle, al cual, le damos $10 tres de los siete días a la semana, esto es, $30 semanales. Al mes, se vuelven $120, que al año, se convierten en $1,440. ¿Suena poco verdad? Muy poco como para dárselo a una organización civil al año. Pero ahora pensemos en el efecto hormiga. Si 50 personas (piensen lo que es 50 personas en una ciudad de 11 millones), aportan al mes $120, dicha organización recibe una donación de $6,000, mensuales que se vuelven $72,000 anuales. Conozco ONGs cuyo costo de operación anual es menos que eso. Ahora piénsenlo, si 100 personas (de 11 millones) guardan esos $120 mensuales y lo donan a una organización civil, tenemos $12,000 mensuales, o $144,000 anuales. Ya es una cantidad bastante aceptable.

Cierto estudio, menciona que sólo el 16% de los mexicanos dona a alguna organización establecida para el apoyo social, mientras que 60% prefiere dar dinero directamente a la persona que lo necesita (limosna). Yo sé que todos tenemos el deseo de ayudar, pero hay formas más efectivas y eficientes de hacerlo. Si quieren hacer un bien, en vez de desembolsar unos cuantos pesos a la semana, mejor cómprense una alcancía de cochinito, y échenle esos pesitos que le iban a dar a alguien en la semana, y dénselo a una organización.

Las ONGs quieren tu dinero, sí, porque ellos tienen al personal capacitado profesionalmente para atender cierta demanda social, tienen la infraestructura para cubrir las necesidades de las personas, y tienen los métodos no para mitigar, sino para combatir algún conflicto en México, sólo necesitan el fondeo para hacerlo. Se estima que hay 35,500 organizaciones en todo el territorio nacional, algunas trabajan en favor de los animales, otras apoyan a la discapacidad, unas abogan por una vivienda digna, y otras luchan por el comercio justo… Creo que podemos encontrar una con la cual simpaticemos, y darle 120 pesitos al mes ¿No?

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