martes, 27 de agosto de 2013

Colaboración Especial - Oda al Sueño



Recientes eventos que se han desatado en la memoria de un servidor le han dado una mayor importancia al tema de la subjetividad del sueño en nuestras vidas.  Coincidentemente uno de mis colegas, el filósofo Diego Díaz-Uriarte, me mostró una pequeña pieza que a continuación comparto y recomiendo, quitando un poco la piel de reptil y dedicando un poco más el campo a la introspección.  De todos modos mañana podrán leer "El Rincón del Reptil" para satisfacer los deseos más terrenales de la existencia.  Dejo el piso para que este gran filósofo se explaye y permita su reflección mediante la lectura. 

La vida es una caja impredecible de incertidumbres (o de chocolates, diría Forrest Gump), lo que ha llevado a todo ser humano a plantearse por lo menos una vez en su vida preguntas trascendentales en torno al sentido y propósito de su existencia.  

Sin hablar de los dogmas de fe y los autoritarismos "espirituales" de las instituciones religiosas, en lenguaje raso e inmediato, la respuesta a estas cuestiones es siempre simple: el propósito de la vida – dicen – es "cumplir tus sueños". Conformarse con tal contestación sería un autocomplaciente engaño si no llevara necesariamente a preguntar: ¿y qué demonios son los sueños? Y bueno… esa no es una pregunta sencilla.

Es como disertar sobre la existencia de "Dios", o sobre el proceso de constitución de los cromosomas y la determinación ADN durante la gestación de cualquier ser vivo, o por las leyes generales que gobiernan la existencia y comportamiento de la materia en el universo; porque después de todo, cada soñador es un microcosmos.

Edgar Allan Poe comprendía bien la complejidad de esta conjetura cuando se preguntaba: ¿No será que lo que vemos o creemos ver es sólo un sueño dentro de otro sueño? Porque los sueños no son ideales ni fines en sí mismos. Los sueños son portales, ventanas a la inconsciencia, pasajes de la introspección, verdades relativas escondidas tras lo intricado del juicio y la memoria, pistas y veredas por donde dirigir los pensamientos. Y horas de descanso, pero también de intenso trabajo.

Quienes han tenido a bien profundizar respecto a su naturaleza psíquica y mental, han llegado al consenso de que los sueños son la dimensión en que asimilamos los recuerdos y, por ende, una fase de construcción del criterio, del tercer ojo, del séptimo chacra. Sí, del "sexto sentido". Por ello es que los sueños nos confunden y descontrolan. Cuando lo acontecido parece más acercado a la ciencia ficción que a la realidad, resultan desconcertantes y poco comprensibles al soñador; de ahí que la preocupación central de quienes más han profundizado en el asunto, sea la de comprender su significado: no sólo del sueño en sí (la situación, las personas involucradas si las hubiere, el clima y los colores, el dejo sentimental y la forma con que se escapa o se es expulsado del sueño, el grado de lucidez que el soñador alcanza dentro del mismo, etc.), sino de las situaciones inexplicables, irracionales, repugnantes, o que trascienden la dimensión de lo posible, como si Dalí o Kubrick o el Marqués de Sade se apoderaran de nuestro cerebro por las noches, llevándonos a presenciar nuestra propia muerte o incluso ser capaces de comunicarnos con personas que ya la han vivido(sic).

La carente lógica en este tipo de sueños da lugar a toda clase de interpretaciones reduccionistas, lineales y hasta simbólicas. Podrá atestiguarlo quien haya visto en algún aparador de librería libros con títulos como "El significado de los sueños", o a un vagonero en el Metro, vociferando: "buenos días, señores usuarios, traigo a la venta el manual, útil manual, manual para descifrar los sueños, manual para entender que significa soñar, soñar con que llueve, soñar con su mamá, con su novia, con su suegra, soñar con que tiene sexo, soñar con la noche, soñar con el cielo...".

Las "explicaciones" que ofrecen estas "interpretaciones" son irreductibles, basadas en subjetivismos vulgares o en detalles abstractos, y cuyo mercado florece en sociedades donde impera la ignorancia, aun cuando las respuestas que ofrecen pueden llegar a satisfacer al menos la curiosidad, echar a volar un poco nuestra imaginación y llevarnos a encontrar un porqué falaz a estos "sueños de opio". Sin embargo, tales “explicaciones” e “interpretaciones” serían insuficientes si el sueño en cuestión nos muestra una situación factible, con posibilidades altas de ocurrir fuera de los sueños (en "la realidad"), o incluso algo que ya hemos vivido o vivimos con cotidianidad.

En su Interpretación de los sueños, Sigmund Freud nos ofrece un arsenal de pistas para descifrarlos. Considera que todos los sueños, incluso las pesadillas, representan la realización disfrazada o evidente de un deseo reprimido. En el caso de las pesadillas, el deseo se expresa como su propia negación, como incumplimiento del mismo, o incluso como satisfacción de una tendencia masoquista e inconsciente. Para el caso de los sueños de opio, su aparente incomprensibilidad denotaría no tanto un caos irracional en la mente, obra de un surrealista que habita en el inconsciente y que se divierte desquiciándonos, sino más bien manifiestan un mecanismo de autocensura que priva al soñador de percibir cabalmente y con claridad estos deseos, represiones y tendencias, y que en última instancia le priva de vivirlas o de dejar de vivirlas, para bien o para mal…

De tal suerte que, en un sentido literal, al "perseguir sus sueños", estimado lector, "duerme soñando, con sus ojos tan plenos despiertos...", no persiguiendo un ideal de vida o de perfección, sino los designios de su inconsciente y, en mayor o menor grado, del entorno exterior con el que a diario se pone en contacto. Como sentenciaría Marx en La ideología alemana: "No es la consciencia determinando al ser, sino al contrario: el ser social determinando su propia consciencia"; así, las vivencias y experiencias, el camino de los errores y el miedo a incurrir en ellos, o la propensión a tropezar con la misma piedra, por placer o por patología, como los momentos de placer, disfrute y felicidad, por efímera que esta sea; son las claves tan buscadas que lleven al hilo negro del rumbo de los sueños y, eventualmente, nuestras intenciones, personalidades, deseos, esa existencia del orden detrás del caos que persigue la vida espiritual: la constante en el cambio, lo esencial. Así, con Segismundo, Calderón de la Barca parecía no ser del todo exagerado:

Es verdad, pues: reprimamos esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive,
 sueña lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey,
y vive con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe prestado,
en el viento escribe
y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar viendo
que ha de despertar en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado más lisonjero me vi...
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son...



Diego Diaz-Uriarte

No hay comentarios:

Publicar un comentario