Nuevamente una semana más de reflexión den Da nathing box. Queridos lectores y lectoras, el día de hoy me propongo hablar de un tema harto complejo y que puede generar cierta polémica en vuestras conciencias. Escribir sobre filosofía nunca ha sido sencillo y más aún cuando pretendo en este breve ensayo expresar mi punto de vista sobre la hipocresía.

Un claro ejemplo, es el tema de la religiosidad. Si bien, mucha gente practica los ritos propios de su culto, ésta misma gente es ignorante de la filosofía de su religión o, bien, la conoce pero es claramente atea en la práctica. Inclusive, los mismos dogmas son contradictorios y generan , a la postre, la intolerancia y el prejuicio. ¿No será acaso coherente con nuestras convicciones ser intolerante puesto que es el dogma que nosotros practicamos? . El mismo fundamento tienen aquellos que, por ideal, justifican y sostienen que el racismo es una forma de pensamiento igualmente válida, siempre y cuando la segregación no se aplique a ellos mismos.
Un sistema de valores, cuestionables o no, en teoría debería ser lo suficientemente sólido para que el individuo se sincronice con él; lamentablemente, entramos al espinoso tema de la justicia. En términos de los códigos que cada uno tiene, la justicia es bienvenida siempre y cuando sea a mi favor. Quizá no es el espíritu del pensamiento de Hans Kelsen, pero sí resulta que los individuos tienden (o tendemos, para ser justos) a excusar las conductas contrarias a su propio sistema de valores con argumentos complejos y muy racionalizados: justificación insuficiente.

En conclusión, la verdadera inmoralidad no sólo es aquella obvia que va en contra de la ética convenida, sino comienza desde que no eres capaz de sostener tus propios principios ni ante ti mismo(a).
MERLEAU-PONTY
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