jueves, 7 de noviembre de 2013

EL RINCÓN DEL REPTIL: AÑO 1 VOL. 11 - “LAS VERDADERAS AVENTURAS”

Hace algunos días me encontraba debrallando con mi entrañable amigo y filósofo emérito de la UNAM, Diego “el patón” Navarro, sobre las vidas de nuestros padres.  Aún con lo normales que pueden parecer sus vidas, ellos tenían ese espíritu aventurero de tomar decisiones que he visto a muy pocos tomar hoy en día.  

Hoy los puedes ver como personas ordinarias, tal vez como lo que le pasó a Harry Potter después de pelear con Lord Voldemort y pelear la batalla más grande de todos los tiempos en el mundo mágico y chacal de JK Rowling.  

Como un ejemplo tomaré la historia de mi padre, el Dr. Maldonado, rey de los reptiles. Un buen día en sus años de adolescente decidió que iba a lanzarse desde Matamoros a México él solo, para enrolarse en la Escuela Nacional Preparatoria.    Un chamaco de 16 años que un buen día sin permiso de su padre agarró un reloj mecánico espantoso y lo fue a empeñar para tomar un ferrocarril a México D.F. con el afán de superarse. 



Llegó a la ciudad con sueños de grandeza, sin un lugar en el que caer muerto y en esta jungla de asfalto pasó las de Caín, una vez aceptado en la escuela parecía que estaba todo resuelto... pero no pasó el examen de la vista y tuvo que mover cielo mar y tierra para comprarse unos lentes (en esos momentos su cartera le decía que era comer o ver) porque si no todo el esfuerzo habría valido para puro cepillo.  


Sacó a crédito unos lentes de pasta de los más corrientes, y por crédito me refiero al único crédito que puede tener un mequetrefe de 16 años… el crédito de la palabra y la bondad de la ruca de la óptica. 

Ya enrolado en la escuela y con perspectivas más soñadoras, desde un cuarto que era más un potrero en Peralvillo, mi papá logró colarse a tertulias de célebres escritores en las cantinas del centro, ver al ejército de frente cuando tomaron la ENP y tener incontables aventuras en su soledad en la urbe de asfalto. 


Aquí hizo su vida de juventud, aquí conoció a mi madre y aquí se casaron.  No funcionó, pero de  no haber sido por esa aventura, las palabras de este reptil nunca hubieran llegado a tus ojos.  Aún cuando ahora es un hombre mayor dedicado a su hogar y al trabajo, durante el tiempo que tuvo que decidir por aventurarse en la vida, lo hizo.   Eso le dio mil historias que contarme… cuestiones de mujeres, de traiciones, de éxito y de miseria que de haberse quedado en su natal Matamoros nunca hubiera tenido.

Esto me lleva a preguntarte: Si llegara el momento, muchos años a partir de ahora… ¿Qué le contarás a tus hijos? 


¿Le contarás de la vez que bajo el influjo de las drogas en Amsterdam confundiste a un niño con un enano?  ¿Que alguna vez conviviste con los santeros más poderosos de Cuba? 
O la historia será que un mes particularmente difícil de tu empresa lograste subir el ARPU medio punto porcentual...  o que lograste administrar muy bien tus fondos de inversión hasta comprar una casa común y corriente como la que tienen el resto de sus amigos. ¿Cuál de estas historias lo inspiraría verdaderamente?  ¿Con qué epitafio te gustaría morirte? 

He empezado a encontrar personas mayores cuya única historia interesante es la de la vez que tomaron un tour a Francia y pudieron ver uno que otro castillo, un museo, una obra de arte… pero eso son cosas.  No trajeron la esencia de Francia, sino una linda postal porque su ritmo de vida y su visión no les permitió traer algo más.  



No besaron una francesa, ni experimentaron lo que es estar en una balacera de pandilleros afganos contra pandilleros nigerianos en uno de los barrios pobres de París.  No caminaron en las vías del metro durante la noche, teniendo una vista envidiable de la Ciudad Luz y pisando trechos que sólo los maquinistas pueden pisar.  Ni escribieron su nombre en letras de oro en la barra de la Bodeguita del Medio.  Fueron a un museo y alguien les dijo qué significado tenían las cosas que veían, se llevaron una linda postal y se fueron de nuevo a la rueda del ratón.

A lo que voy es que busques el tipo de aventuras que te hacen estar vivo, las cosas que al final de tu vida harán que recuerdes tu tiempo en esta bola de lodo como una verdadera aventura y no simplemente como un continuo paseo en una rueda de la fortuna. Al final, la decisión sobre cómo vivirla es tuya.



Los espero en el próximo Rincón del Reptil… el espacio más esperanzador y cínico de Da Nathing Box.

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