lunes, 2 de junio de 2014

¿Porqué rompemos la ley?

A lo largo de la historia, hemos conocido casos increíbles en los que han sido capturado delincuentes cuyos crímenes  han sido atroces para la humanidad. Aunque cada crimen sea distinto, existe un denominador común; a saber, lo voraz y destructivo que resultan ser para la sociedad. El carente sentimiento de culpa mostrado, por aquellos que los cometen, podría parecernos aberrante, puesto que la forma en que son operados es un total agravio al tejido social y , además, resulta un ataque violento hacia la humanidad.

De acuerdo a estudios realizados por Robert Hare, un colega especializado en psicología criminal de la Universidad de British Comubia , éstas personas presentan ciertas deficiencias, por parte de lo psicofisiológico, en el sistema límbico (entre otras cosas, responsable  de procesar las emociones y los instintos). Lo cual, se ve reflejado en el procesamiento semántico de las palabras; ya que, les significa lo mismo la palabra violación o asesinato , que silla, mesa, pluma. En resumen, son objetos, en ese sentido, las personas no son seres humanos, sino literalmente un medio.


Ahora bien, más allá del espectro criminológico, el instrumento desarrollado por el Doctor Hare; el cual, por excelencia es utilizado para detectar conductas psicópatas, ha proyectado que, si fuera
aplicado a todos y cada uno de los habitantes del planeta, encontraríamos que el 1% de la población mundial podría presentar tendencias al transtorno antisocial de la personalidad. Esto, representa más que la población esquizofrénica.

 Lo cual, estimados lectores y lectoras, no significa que el restante 99% de la población esté exenta de presentar estos rasgos sociópatas. Inclusive, la tesis del colega Hare, afirma que aunque existiera una sociedad utópica y perfecta, los sociópatas serían parte de ella.  Lo anterior, significa que por naturaleza tendemos  a violar las normas sociales. Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿porqué "rompemos la ley"?. De acuerdo a las teorías de Lawrence Kohlberg, el desarrollo moral se da en distintas etapas; las cuales, van desde el no reconocimiento del otro y el cumplimiento a las normas por temor al castigo, hasta un 6to estadio que incluye la introyección de un principios éticos universales. Así pues, la fijación en una determinada etapa, explicaría el grado de desarrollo moral de un individuo.

Otro de los aspectos sociales interesantes es, sin lugar a dudas, nuestro entorno. La teoría de la ventana rota, supone que el desorden es un factor potencializador de la conducta antisocial; por ejemplo, si en una esquina hay basura y no se limpia, con el tiempo la gente comenzará a tirar basura y esto se acumulará, para termina expandiéndose sin control. Una premisa interesante de las conductas criminológicas es que los grandes crímenes siempre empiezan por delitos pequeños. 

El ejemplo anterior refiere a que más allá de nosotros mismos, convivimos a diario con personas antisociales, en el estricto sentido del quebrantamiento de las normas. No necesariamente son los grandes criminales, puesto que la conducta antisocial se puede encontrar en todas partes, típicamente como una evidente falta de culpa, la búsqueda de sensaciones extremas (genera una descarga de adrenalina 2 veces mayor a cualquier otra sensación), conductas adictivas, seducción y narcisismo, puesto que al final manipula y utiliza a las personas como un medio. 

Lo anterior, quiere decir que nuestro compañero de trabajo, nuestro jefe, nuestra hermana o la vecina, pueden ser pequeños grandes sociópatas. Constantemente, amenazan  a las instituciones, buscan negociar todo el tiempo las reglas para obtener un provecho personal y utilizan como un instrumento a otras personas. Esta conducta definitivamente nos habla de una personalidad definida y, sin embargo, mis queridos lectores y lectoras, todos nosotros lo hacemos.

Todos tenemos, entre otros rasgos, características de nuestra personalidad que no son estrictamente apegadas a la normatividad (moralidad). Aunque el eje ético-moral será el preponderante, siempre encontraremos un goce inherente en quebrantar el tejido social, como si recordáramos un viejo estadio en el que no había un castigo y, que esto ahora esté en nosotros, no deja de ser placentero. Ante la pregunta, ¿porqué rompemos la ley?, creo que no cabe otra respuesta que: por gusto.



MERLEAU-PONTY

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