Queridos lectores y lectoras, el día de hoy me dispongo a abordar uno , confieso, de los temas más me ocupan la mente y las reflexiones. Si bien es cierto que he sostenido a lo largo de estos debates filosóficos que, la verdad es un constructo social, he también de apuntar que mucha de la "verdad" que existe a nuestro alrededor es una gran mentira que se vale de diversas herramientas publicitarias para someter a los individuos. Ésta "verdad", se escapa del constructo social, se vuelve un conocimiento general, pero no deja de ser una mentira disfrazada de verdad.

Ahora bien, todo gobierno autoritario (en cualquier parte del mundo) necesita establecerse con cierta legitimidad hacia su pueblo. Es necesario, a toda costa, evitar cualquier brote de violencia que genere la inestabilidad. Los Estados Unidos, crearon al "terrorismo" como el enemigo que debía ser combatido y éste, precisamente, se encontraba en Afganistán e Irak.
En México, se crea la lucha contra el "Narcotráfico". Un poder autoritario siempre tratará de justificar por medio de la fuerza su legitimidad, por lo que, era necesario buscar adoptar una idea central, un símbolo para sostener un gobierno que era severamente cuestionado. Así, en Diciembre de 2006, Felipe Calderón declara la guerra contra el Narcotráfico. Poco voy a argumentar en este espacio las cifras que confrontan la realidad de esta guerra cuya estrategia fue definida sobre la marcha, lo interesante es resaltar que lo que ha sucedido de verdad es que la estrategia funcionó en tanto cuanto el gobierno más que resolver el problema del narcotráfico, buscaba resolver el problema de su legitimidad.

En esta ocasión estamos hablando de que su legitimidad se basará en las grandes reformas que impulsó para "modernizar a México", legitimidad construida por medio del control publicitario y, sin embargo, nos encontramos todo el tiempo con los mensajes publicitarios de que esto es un éxito de todos. No hace falta esperar a que la historia lo juzgue, hoy en día es palpable el hecho de que la realidad contrasta con estas verdades políticas, que, sin lugar a dudas, no dejan de ser una mentira.
MERLEAU-PONTY
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