lunes, 16 de diciembre de 2013

Cuando no es como debería ser…

Mucho han hablado mis colegas y un servidor sobre diversas situaciones en las que épicamente uno remonta las adversidades para alcanzar la cima de sus éxitos.  También, aquellos momentos en que parece todo perdido y nuestra fuerza hace sacar las cosas adelante.  Se ha hablado de cómo  no renunciar a tus sueños, de ser valiente, perseverar para alcanzar y como las metas más difíciles son posibles, todos fracasamos pero todos tenemos el éxito en nuestras manos, si Michael Jordan se levantó de la adversidad, ¿Por qué yo no?
Yo puedo acepta un fallo, cualquiera puede fallar, pero no el no intentarlo
Sin embargo, ¿qué hay de aquellas historias que no terminan como cuento de hadas?,  ¿qué pasa cuando todo está calculado para que suceda de una manera y las cosas simplemente no pasan?, cuando la realidad es más fuerte que los sueños y nos golpea tan duramente que caemos a la lona?.   Generalmente, ante una situación nos creamos una expectativa y a dicha expectativa le agregamos un valor que se encuentra, a su vez, asociado a un componente emocional.  Este último, es quien se ve duramente golpeado cuando no se cumple con lo que esperamos, pues cada uno de nuestros actos conlleva un juicio emocional; en otras palabras, la sensación de cumplir o no cierta expectativa es a lo que llamamos éxito o fracaso y no, como podría pensarse, el hecho en sí.
Lejos allá de las mil y un razones que podamos encontrar para poder justificar el no llegar a nuestras metas, nos situamos frente a nosotros mismos con la moral dañada y un sinfín de pensamientos y reflexiones, nuestra capacidad de comenzar nuevas tareas se ve mermada a causa de la mella sufrida en nuestra confianza.  La causa principal de esto es le damos un valor a nuestras metas, pueden parecer pequeñas pero con un gran valor para nosotros y, entonces, deja de ser una meta pequeña y se convierte en nuestro Everest.  Además de este valor, esperamos que nuestro sacrificio y sufrimiento valga de algo, como si el sufrir fuera el precio a pagar para obtener una satisfacción,  ¿lo es?
Lejos de traer un mensaje esperanzador, queridos lectores y lectoras, quisiera traer a la conciencia que los términos de éxito y fracaso se definen en función del valor que le demos a cada uno de nuestros objetivos y que, por supuesto, adquieren un plus cuando socialmente son aceptados.   Renunciar no quiere decir abandonar, sino es optar por otro camino, de hecho el mismo significado etimológico de la palabra nos da una idea de lo que realmente se trata: es meditar, pensar, considerar, anunciar.
A veces, puede parecer darse por vencido, lo cual no necesariamente es algo negativo. Dentro de los limites humanos, siempre habrá algo que vaya mas allá de nuestras posibilidades (presentes o futuras) y dejar algo puede ser una cuestión muy sana, pues las circunstancias pueden dañarnos, las metas pueden volverse en contra nuestra y alcanzar algo a toda cosa puede terminar siendo una experiencia pírrica; pues recuerden, estimados lectores y lectoras, la esperanza es el mayor de los males, pues prolonga la tortura del hombre.
MERLEAU PONTY

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