Mucho han hablado mis colegas y un servidor sobre
diversas situaciones en las que épicamente uno remonta las adversidades para
alcanzar la cima de sus éxitos. También,
aquellos momentos en que parece todo perdido y nuestra fuerza hace sacar las
cosas adelante. Se ha hablado de cómo no renunciar a tus sueños, de ser valiente,
perseverar para alcanzar y como las metas más difíciles son posibles, todos
fracasamos pero todos tenemos el éxito en nuestras manos, si Michael Jordan se levantó
de la adversidad, ¿Por qué yo no?
Yo puedo acepta un fallo, cualquiera puede fallar, pero no el no intentarlo |
Sin embargo, ¿qué hay de aquellas historias que
no terminan como cuento de hadas?, ¿qué
pasa cuando todo está calculado para que suceda de una manera y las cosas
simplemente no pasan?, cuando la realidad es más fuerte que los sueños y nos
golpea tan duramente que caemos a la lona?.
Generalmente, ante una situación nos
creamos una expectativa y a dicha expectativa le agregamos un valor que se
encuentra, a su vez, asociado a un componente emocional. Este último, es quien se ve duramente
golpeado cuando no se cumple con lo que esperamos, pues cada uno de nuestros
actos conlleva un juicio emocional; en otras palabras, la sensación de cumplir o no cierta expectativa es a lo que llamamos éxito
o fracaso y no, como podría pensarse, el hecho en sí.
Lejos allá de las mil y un razones que podamos
encontrar para poder justificar el no llegar a nuestras metas, nos situamos
frente a nosotros mismos con la moral dañada y un sinfín de pensamientos y
reflexiones, nuestra capacidad de comenzar nuevas tareas se ve mermada a causa de
la mella sufrida en nuestra confianza. La
causa principal de esto es le damos un valor a nuestras metas, pueden parecer pequeñas
pero con un gran valor para nosotros y, entonces, deja de ser una meta pequeña
y se convierte en nuestro Everest. Además
de este valor, esperamos que nuestro sacrificio y sufrimiento valga de algo, como si el sufrir fuera
el precio a pagar para obtener una satisfacción, ¿lo es?
Lejos de traer un mensaje esperanzador,
queridos lectores y lectoras, quisiera traer a la conciencia que los términos de
éxito y fracaso se definen en función del valor que le demos a cada uno de
nuestros objetivos y que, por supuesto, adquieren un plus cuando socialmente son aceptados. Renunciar no quiere decir abandonar, sino es
optar por otro camino, de hecho el mismo significado etimológico de la palabra
nos da una idea de lo que realmente se trata: es meditar, pensar, considerar,
anunciar.
A veces, puede parecer darse por vencido, lo
cual no necesariamente es algo negativo. Dentro de los limites humanos, siempre
habrá algo que vaya mas allá de nuestras posibilidades (presentes o futuras) y
dejar algo puede ser una cuestión muy sana, pues las circunstancias pueden dañarnos, las metas pueden volverse en
contra nuestra y alcanzar algo a toda cosa puede terminar siendo una
experiencia pírrica; pues recuerden, estimados lectores y lectoras, la
esperanza es el mayor de los males, pues prolonga la tortura del hombre.
MERLEAU PONTY
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